jueves, 9 de octubre de 2008
De cualquier pregunta que pudiera hacerme ahora,
la respuesta no me pertenece.
Si preguntara por ejemplo, que hago aquí,
o si mi vida responde a algún sentido concreto,
Nadie respondería.
Y eso debiera ser menos preocupante que escuchar una voz
trayendo una respuesta de vuelta a este silencio.
Ahora estoy segura de que algunos indecisos
formularon las preguntas una vez,
y al no obtener respuestas, se callaron y a otra cosa...
(pero a partir de ese día las mariposas nunca volvieron a aparecer,
ni ninguno de esos seres que suelen sobrevolar el cielo,
cuando llega la primavera).
Hubo una gran mayoría que no se preguntaron nada
(porque eran mudos de alma)
y siguieron sentados frente al televisor,
cada una de sus noches.
Ahora al mirarse al espejo no se reconocen.
Y no les culpo.
Yo casi no puedo reconocerme,
y eso que apagué el televisor y encendí la radio hace años.
De pronto, me pregunto si dejaré de hacerme preguntas alguna vez.
Si habrá un bálsamo para la inquietud del alma,
o un ungüento que me traiga la verdad a los ojos,
sin desprenderme las retinas.
Y acabo por pensar si ese milagro no estará en la muerte
1 segundo antes de besar de sus labios,la terrible respuesta.
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