martes, 14 de octubre de 2008
¿Cuántas primaveras tuvieron que pasarnos por encima?
¿Cuántos otoños enajenados, vendidos…?
Desde que he vuelto a nacer, la cordura no me acompaña.
Se desespera.
Duda.
Sospecha.
Me tira de la cama.
Quisiera hablarle con esa voz de fondo del mar.
Con la voz de los creadores primeros.
Con aquella voz que dijo: estoy vivo.
Con aquella otra voz que dijo: sin este abrazo estoy muerto.
Quisiera decirle: ¡Quédate conmigo!
¿No ves que en este mundo no queda sitio donde pueda esconderme?
Pero ella se tapa los oídos con lo poco que tiene.
Con lo poco que le dimos aquella madrugada.
Pero no es suficiente.
Nada es suficiente…
Para no escuchar…
Que me da miedo esta primavera.
Que me da miedo crecer entre las flores
que van envenenando nuestro jardín de profetas vacíos.
Que me da miedo andar, sin subirme a tus pies
que huelen a paz y a último silencio.
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